A lo largo de toda mi militancia como
comunista he tenido la suerte de encontrar por el camino a un montón de
camaradas de los que aprender muchísimas cosas. Desde parte la historia de
nuestro Partido a través de sus vivencias personales en la clandestinidad hasta
maneras de gestionar políticamente situaciones complicadas. Este escrito está
plagado de las enseñanzas del camarada del PCG y diputado por AGE Xabier Ron;
enseñanzas que espero haber sabido asimilar para así ser capaz de honrar desde
estas humildes líneas su figura política.
Recuerdo el día en el que estábamos
preparando los actos del 14 de abril por parte de Esquerda Unida en Santiago de
Compostela. Nos molestaba la idea de hacer siempre el mismo acto año tras año:
ir al cementerio a depositar un ramo de flores y leer un manifiesto. Sin
embargo esta vez decidimos hacer algo diferente. El acto iba a ser en el lugar
donde se encontraba el campo de concentración de Lavacolla. Se trataba de un campo
de concentración para republicanos que fueron condenados a trabajos forzados.
Las pistas de aterrizaje del aeropuerto de Santiago se construyeron a base
de mano de obra republicana esclava. Pensábamos que era buena idea porque
prácticamente nadie sabía de la existencia de dicho campo de concentración. Es
como si hubieran caído toneladas de tierra sobre la historia republicana. La
historia de lo que pasó en ese campo de concentración se conoce gracias a los
documentos gráficos de Casimiro Jabonero Iniesta, castellano manchego
que acabó allí como castigo al pecado de ser rojo. Los suyos son casi
los únicos documentos que existen acerca del campo de concentración, además de
lo que cuenta la gente del lugar. Víctor
Santidrián los recuperó y editó en la obra que se titula "Diario del soldado republicano Casimiro
Jabonero; campo de prisioneros de Lavacolla, prisión de Santiago de Compostela,
1939-1940". Era una buena oportunidad para salir de las lápidas y dar a conocer parte de la historia que sufrieron los republicanos, algo muy cercano en distancia pero a la vez muy lejano en memoria; tan lejano que ni éramos conscientes de que existió.
¿Por qué nos
empeñamos en seguir viviendo sobre las piedras? Cada 14 de abril los
republicanos queremos celebrar juntos la proclamación de la II República
española ese día de 1931. Aunque con sus errores y sus defectos, creo que
podemos afirmar que la II República fue el periodo de tiempo en el que se
demostró que España alcanzaba la madurez democrática.
Muchas fueron las
conquistas sociales que quedaron plasmadas en la constitución de 1931. Derechos
como el sufragio universal, el divorcio o la laicidad del Estado fueron solo
tres ejemplos concretos de los muchos avances conseguidos. Estos avances no
vinieron de la noche a la mañana sino que fueron fruto de un tejido social que
los iba reclamando y construyendo poco a poco con su esfuerzo.
Fue gracias a los
sindicatos, junto con el trabajo de los comunistas, por lo que la clase
trabajadora fue creando y dando forma al Estado que ellos querían, construyendo
así un bienestar social que se apoyaba y sustentaba en la defensa de lo
público. Es por ello por lo que
durante la II República la educación y la sanidad públicas fueron tomadas como
las piedras angulares del desarrollo social.
Sin embargo, ese
periodo de madurez democrática llegó a su fin tras la victoria del golpe de
Estado dado por Franco. Las consecuencia de ese golpe fue una dictadura
sanguinaria y revanchista que duró cuatro largas décadas. Se podría decir que
incluso en nuestros días el fantasma del franquismo sobrevuela las
instituciones y poderes públicos. Muchos fueron los crímenes contra la
humanidad que se cometieron para eliminar lo que Franco llamó "el cáncer
rojo". Ya no solo crímenes de
sangre, sino humillaciones, expropiaciones a punta de pistola, violaciones y
vejaciones a mujeres, torturas en los calabozos y un larguísimo etcétera.
Son muchas las
razones por las que el sentimiento republicano ha quedado enterrado y olvidado
por la mayoría social. Por una parte tenemos la llamada "transición
democrática" que tuvo lugar en nuestro país tras la muerte del dictador
Franco en 1975 y hasta la constitución de 1978. Fue un proceso complicado en el
que muchas fuerzas externas estaban luchando para establecer un determinado
orden social a base de silenciar los sentimientos republicanos, los cuales habrían
supuesto un cambio en el orden social. Esto quedó claro cuando en las
elecciones de 1977 ningún partido republicano pudo presentarse a las mismas.
Nos estaban haciendo trampa. En cambio, los que fueron actores principales
durante la dictadura fascista a través de una puerta giratoria se convertían de
repente en los padres de la democracia. Ese es el primer mensaje hegemónico
contra el que debemos luchar. No, la democracia no nació en 1978: la II
República española ya fue un estado democrático.
La constitución de
1978 dejaba prácticamente la exclusividad de la política en manos de los
partidos. Es decir, ahora la ciudadanía expresaba sus deseos de cambio en la dirección del país
a través del gesto de comprar una determinada marca electoral una vez cada
cuatro años. De esta manera la ciudadanía perdía poder de decisión y acción: la política
se había convertido en una mercancía más que se podía comprar, ya no era algo
participativo.
Por eso el 14 de
abril no debe ser solamente una efeméride. Es muy necesario que volvamos a
plantear la batalla cultural para que la clase obrera sea consciente de los
valores republicanos. No es fácil, porque el mensaje hegemónico es difícil de
combatir. Más allá de que sea posible elegir a nuestro jefe de Estado, la
República exige algo más: que la sociedad se implique en la toma de decisiones
y sea capaz de decidir cómo quiere construir su país. Por lo tanto, la
República es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la emancipación de la clase obrera.
Debemos de ser
valientes y plantear una lucha sincera sin caer en la nostalgia ni en la
esclavitud de la imagen. De nada sirve homenajear a la República con una foto
de la tricolor por redes sociales. Esos gestos para la galería carecen de
valor. Tampoco debemos convertir los ateneos, asociaciones y clubes
republicanos en lugares donde la nostalgia flote en el ambiente, ni tampoco nos
convirtamos en los guardianes de las esencias democráticas: que las piedras
sobre las que nos reunimos sean los cimientos, pero no la casa en la que
habitemos. Se lo debemos a las víctimas republicanas, tanto a las que viven
como a las que murieron. No luchar por una sociedad de ciudadanos libres con
libertad de decisión sería condenar a las víctimas a la derrota y al olvido
otra vez más.
Vivamos la
República todos y cada uno de nuestros días. La mejor lucha por la República se
hace todos los días a través de pequeñas acciones políticas. Los poderes capitalistas
son muy fuertes y precisamos de los valores republicanos para luchar contra
ellos. Es el primer paso en el camino hacia la victoria de la clase obrera.
Jose Cuenca.-
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