Hace pocos días leíamos en la prensa
varias noticias relacionadas con el precio de la vivienda en alquiler.
Podríamos centrarnos en estudiar esta situación en una región o provincia
concreta, pero nos hemos dado cuenta de que el problema es algo generalizado,
es decir, da exactamente igual la zona geográfica en la que nos fijemos. Todos
los datos parecen indicar que hay un repunte del mercado inmobiliario puesto
que el precio de la vivienda (ya sea en alquiler o en venta) está subiendo. Es
de sobra conocido por todo el mundo lo que supuso el estallido de la burbuja
inmobiliaria en 2.007 y las graves consecuencias en forma de crisis sistémica
que todavía hoy padece la clase trabajadora. Pero negar los datos sería también
ir en contra de la evidencia: existe una recuperación del mercado. Lo
preocupante es que esta película ya la hemos visto otras veces y ya sabemos
cómo acaba...y a pesar de ello seguimos comentiendo los mismos errores. O a lo
mejor es que el enemigo ha cambiado de cara para garantizar su supervivencia.
En este artículo no pretendemos hacer un
análisis económico ultradetallado en el que estemos introduciendo constantemente conceptos teóricos. Creemos que
es mucho más adecuado explicar las cosas de la manera más simple posible,
aunque sin dejar de lado la esencia de nuestro pensamiento marxista. En
particular, vamos a tratar de explicar el concepto de acumulación por
desposesión, término acuñado por el teórico marxista David Harvey. Para
llegar a él vamos a partir de dos conceptos básicos de la teoría de Marx: el
valor de uso y el valor de cambio. A partir de ahí, vamos a tratar de razonar
por qué el Estado debe intervenir para garantizar el acceso a una vivienda
digna.
Todos hemos visto cómo miles de familias
trabajadoras han sido (y siguen siendo) desahuciadas de sus casa por no poder
hacer frente al pago de un alquiler o que fueron víctimas de la estafa
hipotecaria orquestada por bancos y entidades financieras. Plataformas como la
de afectados por la hipoteca (PAH) siguen siendo referentes de lucha contra
estos ataques hacia la clase trabajadora. Esta lucha por la vivienda digna debe
ser una lucha de nuestra clase, que sigue sufriendo los ataques de ese enemigo
que ha cambiado de cara.
Valor de uso de la vivienda
El sistema capitalista se sostiene gracias
al intercambio de mercancías. ¿Qué es una mercancía? Pues casi por definición,
una mercancía es algo que en el momento que es producido o fabricado deja de
tener relación con el agente que lo produce y éste necesita deshacerse de ella
intercambiándola por otro bien. ¿Por cuánto, qué sería un intercambio justo? Es
momento de introducir dos conceptos sobre los que vamos a apoyarnos y que son
clave en el desarrollo del pensamiento de Marx: el valor de uso y el valor de
cambio.
Por resumir mucho, diremos que el valor de
uso es la razón por la que la mercancía ha sido producida. Por ejemplo, el
valor de uso de una vivienda es proporcionar un lugar en el que habitar, estar
protegidos, tener una privacidad y desarrollar una vida, entre otras infinitas
razones que se nos pueden ocurrir. Podríamos decir que el valor de uso de la
vivienda descansa sobre una rentabilidad social. Por lo tanto,
garantizar el acceso a una vivienda digna no es un gasto, sino que es una
inversión social. Es por ello por lo que atendiendo a esta definición, las
administraciones públicas deben intervenir con el propósito de garantizar este
uso y así evitar situaciones como la saturación habitacional de las viviendas.
Por otra parte, el valor de cambio es lo
que estamos dispuestos a pagar para obtener dicha mercancía. En nuestro
ejemplo, el precio de una vivienda. Este precio depende, lógicamente, de varios
factores como precio del terreno, el pago de intereses al banco, costes de
producción y demás hechos que al final están relacionados con el margen de
beneficios del productor. Es decir, la vivienda es una mercancía con la que el
capitalista especula para obtener beneficio económico.
Precisamente es esa contradicción entre el
valor de uso y el valor de cambio en la vivienda es la que crea situaciones de
crisis. Este desequilibrio está provocado, en parte, por la inacción y falta de
implicación de las administraciones públicas por proteger el acceso a la
vivienda digna. Desequilibrios similares ocurren con la sanidad y la educación,
pero no son el objetivo de este texto. Solo dejar constancia de que esta
práctica es usada constantemente por el capitalismo para depredar servicios y
derechos que son de todos.
Queremos incidir en un detalle ya
mencionado: el valor de cambio de la vivienda es la puerta de entrada perfecta
para la especulación. Por ejemplo, si yo quiero poner precio a una casa, éste
va a depender de diferentes factores como por ejemplo los precios de casas similares,
tipo de vecindario, zona en la que está y similares. Y, además, en este proceso
entran en juego los márgenes de beneficio de la persona propietaria. ¿Por qué
decimos esto? Pues porque uno de los factores que desencadenó la crisis
inmobiliaria fue precisamente la especulación con el precio de la vivienda por
parte de propietarios, lo que provocó ese desequilibrio entre valor de uso y
valor de cambio antes mencionado: la vivienda ya no se usaba para habitar, se
usaba para especular.
Aunque de momento parece que la burbuja no
se hincha de la misma forma que lo hizo antes de la crisis crediticia de 2.007,
sí que estamos observando que hay factores que están contribuyendo a la
especulación con el precio de la vivienda. Nos referimos a los llamados fondos
buitre y a las plataformas que se esconden bajo la filosofía de economía
colaborativa, pero que en realidad están alterando los precios de las
viviendas en alquiler a largo plazo y que de colaborativas tienen más bien
poco. La manera de proceder de estas plataformas es sencilla: hacen un estudio
de las viviendas que más les interesan, normalmente en sitios muy turísticos.
Entonces se lanzan a alquilar la vivienda durante un año completo, pero
llegando a ofrecer al propietario un extra del 30-40% sobre el precio
anunciado. A cambio, el propietario de
la vivienda se compremete a que su piso se pueda realquilar para fines
turísticos durante ese tiempo.
Vamos a recordar lo que es un fondo
buitre: inversores oportunistas que compran activos a muy bajo precio (casi en
quiebra total) para luego especular con ellos y conseguir el máximo beneficio.
Estos fondos empezaron a ganar tanta fuerza que llegaron a ser las
inmobiliarias más importantes del país.
Las condiciones de las viviendas que compran van cada vez a peor. Entre
sus objetivos está expulsar a los habitantes de bloques de pisos, o bien
subiéndoles el alquiler hasta que no puedan pagarlo o dejando de gestionar los
cuidados de zonas comunitarias. Es lo que se conoce como acoso inmobiliario.
A simple vista no lo parece, pero los
fondos buitre y las plataformas antes mencionadas tienen mucho en común y están
relacionadas más de lo que creemos. Son precisamente estos fondos buitre los
que acaparan gran cantidad de pisos para luego ponerlos en las manos de esas
plataformas de falsa economía colaborativa, y de esta forma, encarecen el
precio base de acceso a la vivienda por el incremento especulativo del valor de
cambio.
En este escenario hay personas que no
pueden acceder a una vivienda porque están en competencia directa con una
empresa dispuesta a pagar un 40% más del precio establecido. Por lo tanto,
estas personas son literalmente expulsadas de las zonas más próximas a los
servicios públicos y administrativos básicos.
Acumulación por desposesión
Como ya hemos expuesto a lo largo del
texto, el precio de la vivienda se determina en base a diferentes factores,
pero todos ellos acaban justificándose en la especulación. ¿Existe alguna ley
que impida que los precios de los alquileres suban hasta el infinito? La
respuesta es clara: NO. Pero está claro que los precios no pueden ser
extremadamente altos porque si no, nadie podría pagarlos. Parece claro que el
límite del precio del alquiler lo fija el sueldo o poder adquisitivo de los
trabajadores. El sueldo, en forma de dinero, no es más que la representación
del tiempo de trabajo de una persona. Si un trabajador cobra 1.000 euros al
mes, para ganar 2.000 debe trabajar dos meses. Sin embargo, hay horas de
trabajo que el capitalismo determina que son más valiosas que otras. Por
ejemplo, hay directivos en Estados Unidos que cobran del orden de 400 veces más
que un empleado medio. El capitalismo lo disfraza como un incentivo para la
superación y por lo tanto algo positivo para la sociedad. Lo que ocurre es que
este razonamiento acaba desembocando en que la culpa de que un trabajor no
revalorice su tiempo de trabajo es suya, ya que no se ha esforzado lo
suficiente o no ha tenido la motivación adecuada.
Muchos de esos directivos que cobran del
orden de 400 veces el salario de un empleado medio se dedican, entre otras
cosas, al negocio inmobiliario. Compran bloques de pisos para luego ofrecerlos
en alquiler y son ellos los que dicen cuánto vale el uso de esa vivienda.
Entonces, la clase trabajadora tiene que gastar casi la totalidad de su tiempo
de trabajo en pagar el alquiler y la miseria que le sobra la dedica a no morir
de hambre. Este robo de las horas de trabajo por parte del capitalista es una
parte de lo que Harvey denominó acumulación por desposesión. Este mismo
ejemplo sirve de igual manera para una de esas empresas de economía
colaborativa o para los fondos buitre que alteran el precio de la vivienda en
alquiler para su propio beneficio.
¿Cuál es el papel del Estado?
Parece claro que el Estado debe intervenir
para que no exista ese desequilibrio entre el valor de uso y el valor de cambio
de la vivienda que provoca crisis y desprotección social. No existe ninguna ley
que impida el robo de las horas de trabajo de la clase trabajadora; para
nosotros ese mensaje capitalista es algo que está totalmente asumido y
aceptado. Lo tomamos como algo habitual y
esos directivos que cobran 400 veces más que nosotros son un ejemplo
social a seguir y un ejemplo de esfuerzo y superación. Pensamos que somos
libres para elegir esas normas del juego porque las consideramos justas.
Pongamos, para acabar, un ejemplo
numérico. Supongamos que una persona cobra 1.000 euros al mes y le han fijado
el precio del alquiler en 900 euros. A partir de lo anteriormente expuesto,
¿necesita esa persona más dinero para así hacer frente al alquiler? No, lo que
necesita es que el Estado proteja el valor de uso de esa vivienda, siendo el
propio Estado el que la alquile a precio mínimo, digamos, 100 euros. Sin
embargo, seguimos pensando cosas como "es que mi casa no vale menos de 900
euros" sin pensar que en realidad es un mecanismo capitalista para robar
tiempo de trabajo a la clase trabajadora.
Jose Cuenca, Secrt. Político del Nucleo Local del PCE en Almansa
No hay comentarios:
Publicar un comentario