martes, 24 de abril de 2018

La preocupante situación de la vivienda



Hace pocos días leíamos en la prensa varias noticias relacionadas con el precio de la vivienda en alquiler. Podríamos centrarnos en estudiar esta situación en una región o provincia concreta, pero nos hemos dado cuenta de que el problema es algo generalizado, es decir, da exactamente igual la zona geográfica en la que nos fijemos. Todos los datos parecen indicar que hay un repunte del mercado inmobiliario puesto que el precio de la vivienda (ya sea en alquiler o en venta) está subiendo. Es de sobra conocido por todo el mundo lo que supuso el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2.007 y las graves consecuencias en forma de crisis sistémica que todavía hoy padece la clase trabajadora. Pero negar los datos sería también ir en contra de la evidencia: existe una recuperación del mercado. Lo preocupante es que esta película ya la hemos visto otras veces y ya sabemos cómo acaba...y a pesar de ello seguimos comentiendo los mismos errores. O a lo mejor es que el enemigo ha cambiado de cara para garantizar su supervivencia.

En este artículo no pretendemos hacer un análisis económico ultradetallado en el que estemos introduciendo constantemente conceptos teóricos. Creemos que es mucho más adecuado explicar las cosas de la manera más simple posible, aunque sin dejar de lado la esencia de nuestro pensamiento marxista. En particular, vamos a tratar de explicar el concepto de acumulación por desposesión, término acuñado por el teórico marxista David Harvey. Para llegar a él vamos a partir de dos conceptos básicos de la teoría de Marx: el valor de uso y el valor de cambio. A partir de ahí, vamos a tratar de razonar por qué el Estado debe intervenir para garantizar el acceso a una vivienda digna.

Todos hemos visto cómo miles de familias trabajadoras han sido (y siguen siendo) desahuciadas de sus casa por no poder hacer frente al pago de un alquiler o que fueron víctimas de la estafa hipotecaria orquestada por bancos y entidades financieras. Plataformas como la de afectados por la hipoteca (PAH) siguen siendo referentes de lucha contra estos ataques hacia la clase trabajadora. Esta lucha por la vivienda digna debe ser una lucha de nuestra clase, que sigue sufriendo los ataques de ese enemigo que ha cambiado de cara.


Valor de uso de la vivienda

El sistema capitalista se sostiene gracias al intercambio de mercancías. ¿Qué es una mercancía? Pues casi por definición, una mercancía es algo que en el momento que es producido o fabricado deja de tener relación con el agente que lo produce y éste necesita deshacerse de ella intercambiándola por otro bien. ¿Por cuánto, qué sería un intercambio justo? Es momento de introducir dos conceptos sobre los que vamos a apoyarnos y que son clave en el desarrollo del pensamiento de Marx: el valor de uso y el valor de cambio.

Por resumir mucho, diremos que el valor de uso es la razón por la que la mercancía ha sido producida. Por ejemplo, el valor de uso de una vivienda es proporcionar un lugar en el que habitar, estar protegidos, tener una privacidad y desarrollar una vida, entre otras infinitas razones que se nos pueden ocurrir. Podríamos decir que el valor de uso de la vivienda descansa sobre una rentabilidad social. Por lo tanto, garantizar el acceso a una vivienda digna no es un gasto, sino que es una inversión social. Es por ello por lo que atendiendo a esta definición, las administraciones públicas deben intervenir con el propósito de garantizar este uso y así evitar situaciones como la saturación habitacional de las viviendas.

Por otra parte, el valor de cambio es lo que estamos dispuestos a pagar para obtener dicha mercancía. En nuestro ejemplo, el precio de una vivienda. Este precio depende, lógicamente, de varios factores como precio del terreno, el pago de intereses al banco, costes de producción y demás hechos que al final están relacionados con el margen de beneficios del productor. Es decir, la vivienda es una mercancía con la que el capitalista especula para obtener beneficio económico.

Precisamente es esa contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio en la vivienda es la que crea situaciones de crisis. Este desequilibrio está provocado, en parte, por la inacción y falta de implicación de las administraciones públicas por proteger el acceso a la vivienda digna. Desequilibrios similares ocurren con la sanidad y la educación, pero no son el objetivo de este texto. Solo dejar constancia de que esta práctica es usada constantemente por el capitalismo para depredar servicios y derechos que son de todos.

Queremos incidir en un detalle ya mencionado: el valor de cambio de la vivienda es la puerta de entrada perfecta para la especulación. Por ejemplo, si yo quiero poner precio a una casa, éste va a depender de diferentes factores como por ejemplo los precios de casas similares, tipo de vecindario, zona en la que está y similares. Y, además, en este proceso entran en juego los márgenes de beneficio de la persona propietaria. ¿Por qué decimos esto? Pues porque uno de los factores que desencadenó la crisis inmobiliaria fue precisamente la especulación con el precio de la vivienda por parte de propietarios, lo que provocó ese desequilibrio entre valor de uso y valor de cambio antes mencionado: la vivienda ya no se usaba para habitar, se usaba para especular.

Aunque de momento parece que la burbuja no se hincha de la misma forma que lo hizo antes de la crisis crediticia de 2.007, sí que estamos observando que hay factores que están contribuyendo a la especulación con el precio de la vivienda. Nos referimos a los llamados fondos buitre y a las plataformas que se esconden bajo la filosofía de economía colaborativa, pero que en realidad están alterando los precios de las viviendas en alquiler a largo plazo y que de colaborativas tienen más bien poco. La manera de proceder de estas plataformas es sencilla: hacen un estudio de las viviendas que más les interesan, normalmente en sitios muy turísticos. Entonces se lanzan a alquilar la vivienda durante un año completo, pero llegando a ofrecer al propietario un extra del 30-40% sobre el precio anunciado. A  cambio, el propietario de la vivienda se compremete a que su piso se pueda realquilar para fines turísticos durante ese tiempo.  

Vamos a recordar lo que es un fondo buitre: inversores oportunistas que compran activos a muy bajo precio (casi en quiebra total) para luego especular con ellos y conseguir el máximo beneficio. Estos fondos empezaron a ganar tanta fuerza que llegaron a ser las inmobiliarias más importantes del país.  Las condiciones de las viviendas que compran van cada vez a peor. Entre sus objetivos está expulsar a los habitantes de bloques de pisos, o bien subiéndoles el alquiler hasta que no puedan pagarlo o dejando de gestionar los cuidados de zonas comunitarias. Es lo que se conoce como acoso inmobiliario.

A simple vista no lo parece, pero los fondos buitre y las plataformas antes mencionadas tienen mucho en común y están relacionadas más de lo que creemos. Son precisamente estos fondos buitre los que acaparan gran cantidad de pisos para luego ponerlos en las manos de esas plataformas de falsa economía colaborativa, y de esta forma, encarecen el precio base de acceso a la vivienda por el incremento especulativo del valor de cambio.

En este escenario hay personas que no pueden acceder a una vivienda porque están en competencia directa con una empresa dispuesta a pagar un 40% más del precio establecido. Por lo tanto, estas personas son literalmente expulsadas de las zonas más próximas a los servicios públicos y administrativos básicos. 

Acumulación por desposesión

Como ya hemos expuesto a lo largo del texto, el precio de la vivienda se determina en base a diferentes factores, pero todos ellos acaban justificándose en la especulación. ¿Existe alguna ley que impida que los precios de los alquileres suban hasta el infinito? La respuesta es clara: NO. Pero está claro que los precios no pueden ser extremadamente altos porque si no, nadie podría pagarlos. Parece claro que el límite del precio del alquiler lo fija el sueldo o poder adquisitivo de los trabajadores. El sueldo, en forma de dinero, no es más que la representación del tiempo de trabajo de una persona. Si un trabajador cobra 1.000 euros al mes, para ganar 2.000 debe trabajar dos meses. Sin embargo, hay horas de trabajo que el capitalismo determina que son más valiosas que otras. Por ejemplo, hay directivos en Estados Unidos que cobran del orden de 400 veces más que un empleado medio. El capitalismo lo disfraza como un incentivo para la superación y por lo tanto algo positivo para la sociedad. Lo que ocurre es que este razonamiento acaba desembocando en que la culpa de que un trabajor no revalorice su tiempo de trabajo es suya, ya que no se ha esforzado lo suficiente o no ha tenido la motivación adecuada.

Muchos de esos directivos que cobran del orden de 400 veces el salario de un empleado medio se dedican, entre otras cosas, al negocio inmobiliario. Compran bloques de pisos para luego ofrecerlos en alquiler y son ellos los que dicen cuánto vale el uso de esa vivienda. Entonces, la clase trabajadora tiene que gastar casi la totalidad de su tiempo de trabajo en pagar el alquiler y la miseria que le sobra la dedica a no morir de hambre. Este robo de las horas de trabajo por parte del capitalista es una parte de lo que Harvey denominó acumulación por desposesión. Este mismo ejemplo sirve de igual manera para una de esas empresas de economía colaborativa o para los fondos buitre que alteran el precio de la vivienda en alquiler para su propio beneficio.

¿Cuál es el papel del Estado?

Parece claro que el Estado debe intervenir para que no exista ese desequilibrio entre el valor de uso y el valor de cambio de la vivienda que provoca crisis y desprotección social. No existe ninguna ley que impida el robo de las horas de trabajo de la clase trabajadora; para nosotros ese mensaje capitalista es algo que está totalmente asumido y aceptado. Lo tomamos como algo habitual y  esos directivos que cobran 400 veces más que nosotros son un ejemplo social a seguir y un ejemplo de esfuerzo y superación. Pensamos que somos libres para elegir esas normas del juego porque las consideramos justas.

Pongamos, para acabar, un ejemplo numérico. Supongamos que una persona cobra 1.000 euros al mes y le han fijado el precio del alquiler en 900 euros. A partir de lo anteriormente expuesto, ¿necesita esa persona más dinero para así hacer frente al alquiler? No, lo que necesita es que el Estado proteja el valor de uso de esa vivienda, siendo el propio Estado el que la alquile a precio mínimo, digamos, 100 euros. Sin embargo, seguimos pensando cosas como "es que mi casa no vale menos de 900 euros" sin pensar que en realidad es un mecanismo capitalista para robar tiempo de trabajo a la clase trabajadora.


Jose Cuenca, Secrt. Político del Nucleo Local del PCE en Almansa

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