lunes, 30 de marzo de 2015

El precio del petróleo, otra vez instrumento de sometimiento del imperio

El mundo recuerda, todavía, los efectos que tuvo la denominada primera crisis del petróleo de 1973, crisis derivada de la decisión de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo(OPEP), de no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra con Siria y Egipto.

Aquella decisión precipitó un aumento considerable del precio del crudo: el barril pasó de tres a doce dólares. Los países productores, en su mayoría de Oriente Próximo y norte de África, se convirtieron en nuevas potencias económicas, mientras que las economías de EEUU, Europa o Japón, grandes importadores sufrieron un gran revés.


Las relaciones geoestratégicas de poder se modificaron, se provocaron guerras y Arabia Saudí, que se convertía en un Estado muy rico, comenzó a financiar el fundamentalismo islámico.

La administración norteamericana, presidida entonces por Richard Nixon, sufrió un fuerte revés dada su dependencia energética (con un 6% de la población mundial, EEUU consumía el 33% de la energía del mundo), y junto a los países más industrializados, se inició una repentina inflación y una gran recesión que afecto a los y las trabajadoras, al empleo y a los servicios públicos.

El imperio tomó buena nota y con la siguiente administración, la presidida por Ronald Reagan, en una de sus primeras actuaciones, enero de 1981, decide eliminar el control de los mercados del petróleo. No podía consentir que los precios del Petróleo fuesen fijados por la OPEP y para ello, la desregulación y la intervención militar, se convertirían hasta la fecha en los instrumentos fundamentales para garantizarse su dominio sobre el mundo.

En ese sentido, la brusca bajada del precio del barril desde junio de 2014, más de un 55%, llegando a cotizarse a los 45 dólares el barril, esconde de nuevo una operación del principal aliado de los EEUU en la OPEP, Arabia Saudí, (que representa el 10% de la producción mundial de petróleo y es el gran regulador del precio en la actualidad), para conseguir sus objetivos de dominio.

El objetivo es indudable, los países exportadores de petróleo como Rusia, Venezuela, Irán, Noruega, necesitan regular los precios del barril porque de ello depende una buena parte de su economía y una sobreproducción de crudo, como la que defiende Arabia Saudí, afianza frente a los países emergentes la actual hegemonía de los EEUU.

En esa estrategia, hay que enmarcar la desmesurada y rápida producción de gas y petróleo mediante el método de fracturación hidráulica (fracking) en los EEUU, que, pese a su altísimo impacto negativo medioambiental, pretende inundar el mercado internacional y contribuir al desplome de los precios ante una demanda que ha disminuido como consecuencia de la crisis financiera y económica del Capitalismo.

En la actualidad, el mundo consume diariamente 90 millones de barriles, de los cuales cerca de 20 millones son demandados por los EEUU. En 2013 consumió 19 barriles por día, un 20% del consumo global y casi el triple de los 7 millones que produce.

Con ese ritmo de consumo, las reservas de los EEUU se calcula que se agotarían en un lapso de 7 años por lo que promueve, junto a su aliados, una caída del precio de hidrocarburos y el uso de la intervención militar (como la realizada en Iraq o Libia, países miembros de la OPEP), como instrumentos de sometimiento y garantía de suministro energético.

La manipulación del precio del petróleo se convierte en un arma fundamental frente a estados como el de la República Bolivariana de Venezuela, con una reserva superior a los 297 mil millones de barriles de petróleo, reserva muy codiciada por los poderes imperiales como el de los EEUU.

Y la disyuntiva es clara: o el precio del petróleo se utiliza para financiar modelos productivos, que resuelvan la creación de empleo, las prestaciones y servicios públicos, la planificación democrática y participada de la economía, o se convierte, desde la desregulación, en un instrumento de especulación y manipulación financiera al servicio de los mismos especuladores, que crearon la crisis de 2008. En 2005, el intercambio financiero en el mercado del petróleo representaba 3 veces el mercado físico y tras la crisis financiera de 2008, en el 2013, los intercambios financieros por el petróleo eran más de 8 veces los intercambios reales.

La utilización social del petróleo permitió, a una parte muy importante de América Latina y Caribe, desprenderse del yugo neoliberal, fortaleciendo economías reales al servicio del interés general, de cooperación y solidaridad entre los pueblos, jugando en ese sentido Venezuela un papel crucial en un nuevo proceso de integración regional, que pone su energía al servicio del desarrollo humano y sostenible.

La estabilización del precio del petróleo se convierte en un objetivo fundamental para los países exportadores como Venezuela o Iran, ambos miembros de la OPEP, que alertan al mundo de las pretensiones hegemónicas de los EEUU y la necesidad de alcanzar un precio justo sobre la base del mercado real y no especulador de las multinacionales petroleras.

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